El final de este camino

 

Llegó a su fin la travesía, y con ella unos meses que me parecieron más largos por la cantidad de cosas nuevas que viví en 162 días. Quedo con la certeza absoluta de que ninguno de esos días habría preferido vivirlos sin Eugenio. Después de 25 vuelos, 4 zonas horarias, 9 aerolíneas, 6 ferries, 12 países, 52 destinos, 4 travesías en carro, 59 camas, 5 pelotas perdidas, 3 océanos, 5 mares, 3 cordilleras, 5 veterinarias, 1 pasaje adicional, 9 nuevos amigos, 2500 fotos y 600 videos, 5 kilos de más, 98 páginas de un libro futuro y muchas arrugas de menos, el cierre llega en el momento justo. Volver a Bogotá sabiendo que ha sido suficiente y hasta cansada, me hace desear volver y saber que nada quedó pendiente. Este viaje tuvo tanto de ancho como de largo, incluso cuando pienso en Grecia, nuestra primera parada, siento que fue hace marras como dirían por ahí.

 

Me quedan claras varias cosas: que viajando soy una versión mía que me cae mejor y que quisiera que esa persona que me cae mejor se me quedara un poco pegada en la vida real. Porque soy más chévere, más tranquila, más tolerante, más abierta, igual de impaciente pero más positiva. Que ir con un plan fue importantísimo para mi tranquilidad, que las ciudades grandes no me gustan, que el cigarrillo lo odio sin importar el escenario, el país o continente, que no me gusta el mugre, ni la polución visual o auditiva, me anulan, me despiden. Que maldigo a los borrachos nocturnos que rompen botellas porque Eugenio corre el riesgo de cortarse cada mañana cuando sale a hacer su caminata. Que cambiar de sitio cada pocos días no me aburrió tanto como me lo imagine. Que el calor es un enemigo del genio y de Eugenio. Que el cielo de los niños está lleno de perros porque que conexión de los niños con Eugenio. Que amo la soledad y disfrutó del silencio, que me gusta tomarme las cosas a mi tiempo en mis condiciones, llegar al aeropuerto con el tiempo exacto y con la maleta pesando 23 kilos, sin arandelas, sin extras, pero que tuve que encontrarle la comba al palo porque esta travesía no sería viajando ligero. Pero también que me gusta no tener que decidir o escoger a que hora o que restaurante o que plan hacer, mi proximo viaje me encantaría fuera en compañía de un líder de rifas, juegos y espectáculos.  Que me gusta caminar en cada destino sin rumbo, pero por caminos conocidos, no soy tan descubridora de los rincones escondidos y me gusta evitar ciertas cosas con tal de no entrar en preguntas, en favores, en rebaños. Que a ese yo que me cae mejor le gusta saludar con una sonrisa, le gusta ayudarle a la gente que ve engorilada con sus hijos o su bastón, o sus maletas. Que me gusta cuando logro hablar con alguien más allá del saludo que le dan a Eugenio o de reconocer a los buenos trabajadores de los restaurantes o de los hoteles, nada me alegra más que darles una buena propina, pero sobre todo poder dejarles una nota para que sepan que son unos cracks, yo sé lo difícil y gratificante que es el trabajo de la hospitalidad. Que puedo no estar presente en Bogotá y mi empresa está bien tenida y cuidada, pero que también el que tiene tienda, toca, que tarde o temprano, vuelva y la atienda.

 

Todo el mundo me pregunta cual fue mi lugar favorito de hecho durante todo el paseo yo me he ido haciendo esa pregunta y la verdad nunca he logrado contestármela, aun cuando me gustaría mucho tener una respuesta contundente, eso es como comparar peras, con manzanas, con tomates. Ahora bien, si pude sacar unas cuantas conclusiones. A Noruega, Suiza y Croacia quiero volver; en ese orden, en épocas distintas y acompañada. Italia y Grecia me quedaron vistas y que, si Portugal ha de estar en mi destino tendrá que haber una señal, porque sola no haría nada allá, tengo agallas, pero tampoco, si es para empezar vida nueva, no lo quiero hacer sola. Que Oslo, Madrid y Milán en ese orden fueron mis ciudades favoritas, cualquier que me conozca sabe que es muy extraño que yo tenga una opinión así de Madrid, porque durante la vida mis recuerdos de Madrid han sido amargos, pero bueno siempre hay tiempo de hacer las paces hasta con una ciudad que nunca estuvo en guerra conmigo. Fue además la más Eugenio-friendly de todas, y bueno para los más curiosos acá les dejo mis top 5 hoteles Kapsaliana Village – Creta/Grecia, Domaine de la Fontenille- Lauris/ Provence/Francia, Ett Hem- Estocolmo/Suecia, Storfjord – Alesund/ Noruega, Sao Lorenco do Barrocal-Alentejo/Portugal.

 

Ya estamos a punto de embarcar un avión, el ultimo avión camino a casa, a nuestra casa, a nuestra almohada, a desempacar dichosamente nuestras maletas con 5 meses de historias y tesoros, a rencontramos con nuestra caótica ciudad, con nuestra familia, con nuestros amigos, a retomar nuestro trabajo mientras empezamos el día con una arepa que añoro hace incontables semanas. Es un viejo/nuevo comienzo y digo “nuestro” porque me toca darle todo el crédito a Eugenio por haber sido compañero, cómplice, polo a tierra, motivo de ternura, de amor, de responsabilidad y de tranquilidad. Este tiempo, aunque he intentado compartirlo, describirlo y registrarlo la verdad es nada nunca le hará justicia, solo él sabe. Fue un tiempo de mi para mí y solo yo lo poder llevar en la piel. Empezó como una búsqueda de respuesta y en respuesta a una angustia existencial particular que me tenía el pecho muy apretado.

Esa preocupación que he tenido este último año de que “terminé” la vida, de que “gané” el juego y esa sensación de que, si mañana me muero, me muero contenta de todo lo que he hecho, lo que me ha tocado y la persona que soy, estuvo bien, suficiente, más que suficiente de hecho. Llevaba pensando que la vida sería larguísima, porque “todo” ya estaba hecho. Pero hoy creo, que más que ser una “sentencia” debería ser un motivo para estar en paz. Lo que me quede por hacer, por vivir, por saborear y ojalá por amar, serán extras, gracias a que el grueso de mi tranquilidad lo siento de alguna manera conquistado y que, con eso en mente, es más fácil vivir exactamente como quiera, el tiempo que quede sin sentirlo largo. Hoy ya no veo esto como una crisis de los cuarenta, sino como un despertar a mis 40.

 

Mi amigo Pablo Lemoine me dijo un día en una charla, que eso que estaba sintiendo, que esa crisis, era: “el vacío del éxito”. No voy a entrar en lo que es el “éxito”, menos después de todo el tiempo que he tenido para reflexionar; para cada uno es diferente. Pero lo tomo con un gramo de sal y puedo decir hoy que ese “vacío” que me trajo el “éxito” se llena ahora de tranquilidad porque no cargo con el laste de los arrepentimientos o las cuentas pendientes. Así que ya poco puede contaminar mi caminar.

 

El resumen ya está hecho y mientras me dispongo a reintegrarme o re-enfrentar a mi vida real no se bien por donde voy a empezar, pero sin duda, como siempre, lo primero debe ser dando las gracias por TODO. Desde el hecho de que mi familia se transformó, hasta haber sentido que no había clasificado para un par de fiestas y que con la vida me volvía invisible para los míos. Gracias a eso y sumando a los pensamientos que invadieron mi mente que siempre está presta a buscar respuestas, y el perrenque de coger las riendas, de llevar el timón, de buscar nuevos caminos, me puso hoy en este lugar, mirando una fila de aviones por la ventana, con Eugenio arrunchado en el canto, porque sabe que cogerá un último avión. Estamos listos para recoger los kilómetros de distancia a casa con 4 maletas encima llenas de checheres, pero 41 de experiencias y mis tan anhelados tesoros.

 

Toca darle a mi mamá las gracias por su infinita paciencia con su hija más enredada. Porque sé que si el último año para mí ha sido difícil para ella tuvo que haber sido peor, así yo quisiera evitárselo. Las gracias porque todo lo que construyó en su vida me ha permitido la posibilidad de una vida que soy consciente pocos tienen la inexplicable fortuna de tener. Por darme el ejemplo de ser independiente, arriesgada pero previsiva y trucha y abrirme camino andando, porque si es muy cierto eso de que el camino se hace al andar. Y a mi Padre por haberme acompañado cada segundo de cada día, no sé cómo, ni desde donde, pero es que no deja de parecerme sorprendente que después de 5 meses vamos de regreso a casa en una sola pieza sanos y salvos, sin haber tenido el más mínimo percance. Pareciera que me mantuvo bueno el viento y muy tranquila la mar. En tanto tiempo, algo de divino tiene eso ¿no?

 

A mis hermanos, cuñados y mis adorados sobrinos también les doy la gracias por aguantar esos aspectos difíciles de mí que traen rasguños involuntarios y porque cada uno en su forma se mantuvo presente desde su esquina. A Juancho que merece una mención especial porque sus notas y su reflexionen nunca me dejaron olvidar que este viaje, aunque era de ocio, tenía un subtexto importante, trascendental, que no podía dejar sin resolver. A mi equipo en Casa Legado porque aun cuando me fui con ganas de desconectarme del todo, mantuvieron mi vida y mi proyecto vivo y bien cuidado y nunca han dejado de necesitarme.  Y a los que nos han seguido durante esta aventura gracias, porque, aunque escribo para mí, lo comparto para otros.

 

A mi Eugenio no hay palabras, mi compañero de peligro. Este no será tu último vuelo mi pequeño pulgo.

 

¡Nos vemos pronto amigos!

 

Ps: To my amazing travel agent PROPELLA TRAVEL Thank you for a truly lifechanging experience. We will meet again when my pockets find a way to restock.