Aunque hoy no lo parezca, el deporte de alto rendimiento llegó a mi vida a regañadientes. Recién mudada a San Francisco, California conocí a dos amigas que a tan solo semanas de mi llegada ya me habían adoptado. Realmente nos conocimos todas por casualidad. Yo conocí a Christine a través de un primo y se convirtió en mi “guía turística” y “house hunter”. Confié plenamente en cada una de sus recomendaciones y como típica venezolana que es, me recibió como si fuéramos familia. Entre sus invitaciones, una fue a clase de Zumba con una amiga que ella había conocido hacía poco. Me habría encantado decir que sí, pero por algún compromiso académico me resultó imposible acompañarla. A lo que si accedí fue al “After Zumba Dinner”; soy de las que piensa que hacer nuevos amigos es toda una aventura y siempre me apunto.
Así que debían ser como las 5pm cuando después de su clase, me recogen en mi 2000 Broadway, para ir a comer. Llegan en flamante convertible californiano y se baja una chiquitaja de 1,50m, con su pinta deportiva y con ese tumbao que llevan los guapos al caminar: Belén. Desde el primer minuto me impactó porque tiene más confianza y energía que cualquier súper mujer; es como un imán. Como dirían por ahí, chiquita pero peligrosa. En el restaurante Belén nos contó que había decidido hacer un triatlón; era uno de sus propósitos del año. Como le pasa a todo principiante, mi primer impacto fue: WOW!!! Eso tan difícil?? Y pasados unos minutos pensé: ¡que mamera la nadada! ¿Y además en ese frío? No, yo ni de vaina eso, ni loca! Inmediatamente me le quité el sombrero. Nos contó sobre las distancias, la logística y la amiga de la oficina que la había seducido con el tema. Yo solo pensaba: esa vaina es una “secta”. En fin un tema interesante pero lejano para mi. A Christine en cambio el tema le sonó y a los pocos días también se apuntó.
Después de esa comida vinieron otros varios planes y rápidamente nuestra sangre latina hizo de las suyas y nos volvió amigas. ¡Tremenda lotería la que me había ganado con estas dos!
Sin embargo el pensamiento durante las próximas horas tuvo que ver con el tema. Siendo competitiva, por ahí una vocecita me picaba. Cabe aclarar que desde chiquitita el mar me daba muchísimo miedo. Por otro lado en San Francisco el agua es helada, bici no tenía y en cuanto a la trotada, algo de experiencia “UNCOLI” tenía, así que eso de pronto si chévere. Pero no, no, no, no, no, sin duda mi negativa seguía en firme.
Todo iba bien hasta que la semana siguiente, después tres intentos para planear algo para la tarde, la respuesta fue: “tenemos entrenamiento, sorry”. Una recién llegada a la cuidad no se puede dar el lujo de dejar ir por entre los dedos a dos chicas chéveres que por suerte conoció. ¡Me jodo! pensé. Entonces me planteé la inquietud. O adiós vida social o ¡al agua patos! Y claro, al agua patos fue. Juré que si no me moría del susto o no moría en el intento en un entrenamiento de natación me apuntaba. Irónicamente hoy lo que más me gusta es nadar.
Así que al lunes siguiente me recogieron estas súper poderosas. Después de llevarme a comprar un “speedo”, gafas y gorro, fuimos a una piscina cerca de la casa. Igualmente helada!!! A la salida del entreno con medio pulmón por fuera (y eso que seguro nadé ese día 400 metros en 1 hora), salí mojada y congelada pero decidida a firmar y sobre todo a pagar.
¡Ahora era un plan de las 3! Mi nueva vida volvía a tomar forma solo con el hecho de seguir el buen consejo de “Just showing up!”
Nos inscribimos a una carrera sprint, que en ese momento parecía una locura de distancia. Alquilé una bicicleta de montaña y un wet suit en Sports Basement por 50 dólares mensuales cada uno, y me compré los tennis y un par de outfits. Lo básico. Cabe aclarar que entrar en el mundo del deporte tiene su precio y entre más hondo, más desocupada la billetera. Después de eso empezó una época muy feliz para las tres. Las clases de spinning de Carl que aparte de poner la mejor música del mundo gritaba al unísono: “come on, come on, speed, power, ENERGYYYYY!! Los paseos en bici a Sausalito, los lunes en Acuatic Park, sábados de piscina y los martes y jueves de Golden Gate Park para correr. Todo siempre acompañado de buenísima comida y magnifica conversación. Que mas podía pedir? Llenándome de anécdotas en la mejor cuidad del mundo y con estas amigas. Cada vez que lo recuerdo se me llena el alma de energía y nostalgia. Siempre quedo con ganas poner “repeat” a esa época.
Gracias a la bicicleta, conocimos unos sitios que tengo tatuados en la mente. El mar, los viñedos, la naturaleza, carreteras impecables, incontables caídas; mías claro, pueblitos divinos y desayunos irrepetibles acompañados mimosas. Todo siempre fue una excusa para vernos, para divertirnos, para compartir esa soltería que nos unía por esos días; siempre fue un plan más allá del entrenamiento. Por supuesto que eso de que bajaríamos de peso jamás paso!!!
Sport Basement rápidamente se volvió una parada importantísima en nuestra semana para alguna compra más. Y a medida que se acercaba la fecha de la carrera en un paseo bicicletero, vimos una tienda de bicicletas: Mikes Bikes, con letrero gigante de descuento. Parqueamos nuestras bicicletas de montaña alquiladas y salimos con nuestras primeras bicicletas de ruta, Ramona, Carlota y Matilda. El día de la compra de la primera bicicleta es muy emocionante para cualquier triatleta; estábamos dichosas, bautizándolas ilusionadisimas. Después de eso vino el outfit para la carrera, que por supuesto lo compramos compañero y cuando Michelle, la entrenadora y nuestro equipo FLOWER POWER nos ve llegar vestidas igual, nos ponen un apodo que hasta el día de hoy usamos de cariño,”Las Chilli Peppers”.
Hicimos de todo durante esos meses y nos juntamos con José, nuestro otro gran amigo para nuestros paseo por California en bicicleta. Christine era la “mermaid”, Helena la “ciclista” y Belén la “Speedy González”. José siempre fue el “coach” , ya tenía experiencia en el tema, además el siempre será el mejor cómplice para todo, así que fue nuestro gran aliado.
Llego el gran día. La carrera y si les soy honesta no me acuerdo ni como nos fue pero pasamanos ¡FELICES! Todo el entrenamiento, la preparación de esa mañana, la pinta con chaquetas tricolor Colombia, Ecuador y Venezuela. Haciéndonos barra unas a otras, la adrenalina de cruzar la meta y claro, ¡nuestra primera medalla! Cualquiera que a hecho este deporte sabe que eso es indescriptible.
Una vez esa meta fue cumplida yo quedé con hambre de más. Mis otras dos Chillis fueron desertando poco a poco y hoy la única de las tres que sigue con el tema soy yo. Me inscribí a otra carrera corta a la que el adorado de José me acompañó. Me vió salir asustada al agua, me hizo barra, me pasaba agua y me tomó todo tipo fotos. Esa segunda carrera no habría sido lo mismo sin la compañía de José. Fue para prepararme para el segundo nivel, un Olímpico en Santa Cruz. (Esa carrera es una historia en si misma y después me tomaré otro espacio para compartirla).
Lo único cierto es que aunque esta fue mi entrada al mundo del triatlón, la verdad es que fue mucho más que eso, fue mi entrada a una familia y a una cuidad que me cautivo para siempre. Desde que me fui, me hala de vuelta una y otra vez. Aún cuando ya todo ha cambiado para los 4, siempre que nos vemos se revive ese amor y esa historia que nos une.
Con el triatlón me traje para Bogotá un pedacito de SF y he intentado que me acompañe siempre de la misma manera, no solo como un deporte sino como un gran plan que une. Así que con eso me declaré parte de la “secta” triatleta y aunque se que todo tiene su momento y su tiempo, tendrá su final. El deporte transformó mi vida y con los años me ha traído, amigos que han trascendido, la felicidad de ser mujer y conseguir otras cómplices que me han llenado el corazón. He cruzado ya varias metas y con el tiempo y la experiencia los retos han sido más grandes. Mi vena Dávila competitiva me ha acompañado en todo el proceso de entrenar y aunque es un deporte a ratos de amores y a rato de odios, espero me acompañe siempre
Para mí, quedo congelado el comienzo de mi vida en este mundo con un recuerdo que me calienta el corazón y agradezco la “presión social” de caber en un mundo nuevo. Sin duda uno de mis mundos favoritos. Ahora cada visita que hago a SF, llegan nuevas “nieblas”, nuevos integrantes y pronto llegarán las mini Chilli Peppers, Isabel y Julieta para darme dos razones nuevas para volver.
Amigos voy en camilo, así que ¡alerta, batteries!