Los 7 Amores del Gato

Como todo en mi vida, nada lo he vivido con menos que la más salvaje intensidad; el amor y el dolor por igual. Ojalá todos hayan tenido la “fortuna” de haber tenido el corazón partido. Aunque es lo más doloroso que hay, también es lo más auténtico, humano y sin duda alguna, construye humildad. Confieso que me generan desconfianza, quienes todavía no han pasado por ahí, voluntaria o involuntariamente. Yo, Helena, he “dejado” que me lo partan más de una vez.

Mi primer desamor vino, como todos, después de mi primer amor. Ese que no importa cuánto tiempo dura o cómo termina, se recuerda como si fuera ayer y seguro será así toda mi vida. Después de él vinieron otros, llenos de sentimientos y dolores muy diferentes pero igualmente importantes. Este, es el recuento de mis grandes amores y mis grandes desengaños. Hasta hoy he tenido 6 profundos amores, que representan en mi vida, 6 universos completamente diferentes con capítulos anecdóticos de lo más pintorescos y valiosos.
 

1. El amor descerebrado.
Ese fue en mis 20s y tuvo todo tipo de historias, unas más divertidas que otras pero sin duda de antología. Nos enamoramos con desenfreno, sin cabeza, arrodillados frente a un sentimiento que botaba todo por la borda. Puro corazón. Cada día, cada minuto, cada segundo era vibrante, desenfrenado, desesperado y deliciosamente desgarrador. Con él viví por primera vez casi todo, y era todo tan apasionado que experimenté y aprendí cualquier cantidad de cosas. Incluso, a tener una familia política por primera vez, a sentarme en una mesa a comer pescado frito con “ojos” y pasarlo con aguardiente a pico e caja. A encajar en un mundo ajeno donde tocaba enamorar a una pandilla y no sólo al novio, porque podía quedarse uno sin puesto en aerolínea terrestre. Incluso, aprender que un paseo de piscina no requería tener el mismo número de camas como de invitados; afronté el verdadero concepto de donde caben 10 caben 24.

 Viví la complicidad y la intimidad de almohada (desde ese entonces mi “cosa” favorita en cualquier relación). Pero también viví la primera, la segunda, la tercera pelea, la número 8,500 y por supuesto la última. Eso si, no dejé de perderme la dicha de la reconciliación. Algunas apasionadísimas y otras llenas de rabia. Debo confesar, que por alguna razón, me parecían igualmente jugosas. Descubrí el sentimiento de control casi telepático del amor y el momento en que se pierde enfureciendo el alma y destiñendo poco a poco cualquier historia romántica. Saboreé las mieles agridulces de la venganza y el amargo sabor de la TUSA.

Ese amor terminó y se reencauchó varias veces. Lloré hasta la deshidratación, porque soltar el primer hombre que uno ama y “odia” es desgarrador. Fue un desprendimiento como en línea punteada, hasta que por fin, con una explosión de pasión e irracionalidad y con algún acto sin reversa, pusimos punto final. Cómo habrá pasado de tiempo, que ni recuerdo como fue eso, solo me queda el cariño desordenado de una época al lado de un hombre orquesta y un mundo con acordeón.
 

2. El amor de quórum:
Ese amor que raya entre la amistad, el romanticismo y el cinismo, que es intermitente y divertidísimo. Plagado de planes, de aventuras, de gente. Un amor que siempre tenia quórum! Era incierto, casi platónico y por alguno u otro motivo, no cuajaba. Fue un amor esforzado, sufrido, peligroso, tentador, no siempre correspondidoy a ratos muy decepcionante. Volvió a mi vida en formas y sabores distintos y lo viví con más de un hombre. Fueron años de jugar dardos a ciegas, sin pegarle al blanco y dejando la identidad perforada en la pared. Poco a poco ese dibujo de desaciertos fue dejándome la imaginen y el molde para años más adelante colorear.

Ese desamor se curaba pronto y siempre estaba acompañado de buen quórum de cómplices para seguir disparándole al aire. Me dejó pocas cicatrices, muchas enseñanzas. Fueron los años para decantar lo que quería y lo que no, de coger carácter y conocer el concepto del “filtro”. Experiencias que me dejaron varios amigos cómplices y que tienen un pedacito de mi intimidad y un pedacito de mí que siempre me conecta con el pasado. Les encontré, después de tanta insistencia, su adecuado lugar en mi vida y en mi corazón. Ya no hay más confusión y aunque todo tiene su mercado, esta época parecía más un arroz sorpresa que una pesca milagrosa.  
 

3. El amor de lista.
Después de tanta “sufridera”, de repente aparece el amor de lista. Ese que uno escoge porque cumple con los requisitos que la experiencia le ha dejado. Este, no comenzó exactamente ideal, pero rápidamente la intensión y la insistencia nos pusieron en la misma ciudad y en la misma condición. Él era el de la edad correcta, al que lo adora la familia casi más que a uno, con los suegros adorados, el que me trataba como una reina, era respetuoso, generoso, me admiraba y lo más feliz de todo; era el hombre que está más enamorado de uno, que uno de él. Siempre supe que jamás me haría daño y por fortuna esa seguridad comenzó a borrar inseguridades del pasado.

Este era el buen hombre; el que sube el listón y con el que me creé un imaginario del deber ser, con el que recuerdo más el esfuerzo por convencerme que no debía tentar a la suerte sino aprovechar mi suerte. Pero tarde o temprano con alguna mínima decepción, fácilmente renuncié. Me tocaba aceptar que siempre me faltó ese algo, un no se-qué en no se dónde. Fue al único que creo le rompí el corazón. Me duele darme ese crédito, sobretodo cuando lo he padecido, pero sería injusto no hacerlo. Hoy por hoy cada vez que pienso en él, solo espero que esté bien, feliz y que lo quieran y lo cuiden, como yo no lo pude hacer. Es que un buen hombre siempre deja un buen sabor. A mi me dejo sabor a Venezuela.
 

4. El amor enamorado.
Saliendo de las cadenas del compromiso, de la lista, un día cualquiera, cayó en mi casa, literalmente, el que era todo lo contrario, el anti- lista. El que me enamoró rápidamente y con quien me confié. Para mí este fue el amor carmático, porque me cobró los errores y dolores de los que me sentía responsable. Pasamos delicioso y estoy segura que le dejé un par de bailes nuevos en su vida. Yo era mayor y estaba llegando a los “míticos” 30s y supongo que la presión intangible me proyectó a un mundo que poco a poco fue cogiendo vuelo y me fuí creando ilusiones sola. Sentía admiración y fue ese hombre con el que uno camina grande, casi arrogante, con el que la caída entonces es bastante más aparatosa. Además me sentía mentora, conocedora. Para ser honesta siempre un poquito insegura pero me lo negaba locamente. Con ese pedazo de confianza que me dejaron del pasado, de repente el amor perdió toda cabeza y en Inglés me dieron 24 vueltas al sol  y sin traducción simultánea me dejaron viendo pajaritos en el aire. Fue el golpe más duro que ha recibido mi ego. Ese amor se fue felizmente para siempre porque no tuve más opción, pero me mandó a la ciudad de los sueños a sanar, y a construir mi segundo hogar.
 

5. El amor inteligente.
Este amor me llegó en mi mejor momento, en mis 30s con la columna vertebral derecha, los pies en la tierra y el alma como nueva. Todo comenzó para mí con un baile, para él con una caminata y se desenvolvió entre el campo, el deporte conversaciones eternas y cariño verdadero. Fue un amor de dos. Bueno realmente fue un amor de 4. Claro que no precisamente con la connotación que precede esa expresión. Ese hombre llegó con 2 hijos y fue sorprendentemente fácil y natural como entraron a mi vida. Con los 3 hice casa, viví “familia” pero padecí perderla. Los niños se me quedaron como garrapatas aferradas al corazón, pero cómo me los gocé! Fue esa pareja con quien uno comparte lo cotidiano, lo mundano, los gustos, la historia, lo profundo y lo superficial.

Fue mi amor inteligente; comprendí, esperé, aporté, negocié de todo con la excepción de sellos en el pasaporte, nunca logramos sacar “visa para un sueño”. Entre los dos, con condiciones bien adversas, construimos un mundo muy completo, muy generoso y con demasiado humor, color y porque no decirlo, ha sido mi mejor almohada hasta el día de hoy. Fue lo que hoy defino, como amor del de verdad, el que se escoge, el que se sufre con el corazón y se cura con la cabeza. Uno común y corriente, sin pretensiones, que tiene todo lo que la cotidianidad ofrece pero que dejaba campo para un poquito de fantasía.

Mientras pasaba el tiempo mi elección y compromiso de escoger crecía junto a una fachada fantasma de reciprocidad. Confieso que aun así dudaba de las adversidades que me esperaban por el camino. Un hombre con una vida pasada presente constantemente, es un reto que sin duda requiere de muchísima paciencia y muchísima generosidad. Para ser honesta, altruista no habría podido ser toda mi vida.

Así como casi todo fue fácil durante, el después fue inversamente proporcional. Esos amores cambian de vientos y cambian de suerte y este se fue de esa manera como quien no se da ni cuenta, ni tiene la culpa. Dejando por su camino libros abiertos, historias incompletas y sobretodo un desamor de lo más frustrante e inexplicable. Por eso, ese desengaño lo reinterpreté durante meses, a ver si lograba alejarlo, entenderlo y aceptarlo. Fue un amor que solo curó el tiempo y la desilusión, pero que con el que lidió, la inteligencia y el último de mis amores, el propio. Esos amores tan reales y tan profundos, creo que sólo se acaban cuando llega el próximo, aún con el corazón curado y convencido. Este amor hoy, aunque cerca esta lejísimos y le estaré eternamente agradecida por convertirme en la mejor versión de mi. Una mujer de corazón amoroso y compasivo, con la cabeza lúcida y clara.
 

6. El amor AMOR.
Cada uno de mis viejos amores sin darse cuenta me construyó el amor AMOR. El amor de mí y para mí. A veces con acordeón y vallenato, a veces con rosas, con calaveras, a veces en inglés, con baile, a veces con fiestas y celebraciones a veces con dulzura y pasión, con gritos y maldiciones, con familias y construcciones. A veces con la verdad y a veces con el engaño. Lo que quedó claro es que la muy bendita soledad y la maldita compañía me nutrieron esta auténtica tranquilidad que me permiten decir como alguna vez le dije a mi papá. ME AMORO MUCHO!

Hoy no estoy pasando por la infinita desgracia de un corazón partido. Hoy no estoy en un universo paralelo con alguien más, sino solo en el mío y tengo el alma limpia, anhelante y con “desgraciadas ganas” de más. Entonces escribo con una realidad más desprendida, generosa y real. Si por el contrario tuviera la mala suerte de estar despechada hablaría desde lo profundamente pasional, asignando culpas, responsabilidades y echando pólvora. Que bueno poder aprovechar este momento, para hacer el recuento desde el corazón y no desde el ego. Para poder decir Gracias, enviar buenos deseos y esperar a mi próximo amor, el séptimo, el último de los gatos. El amor de la suerte .