Crecer en los 90s fue sin ninguna duda revolucionario. Fue la época de todos los grandes cambios tecnológicos, el comienzo del mundo virtual y el surgimiento de los primeros avatares. Para cuando llegó el nuevo milenio, toda esta innovación se movía vertiginosamente y la tecnología sin saber a que hora, se había vuelto parte de nuestra naturaleza. Hoy la tecnología es indispensable y es impensable una vida sin la loca adicción por las “máquinas” y aquellos servicios que han acortado todas las distancias, y que poco a poco comienzan a alejar el mundo.
En mi casa nunca hubo lo último, todo fue como de “manivela” durante más tiempo. Lo sé porque siempre heredamos los gadgets y los juguetes de un tío vecino que si estaba siempre en la jugada. Era uno de esos personajes curiosos, viajados y visionarios que traía siempre el último grito de la moda en aparatos. Solamente hasta que estos “primos-vecinos” conseguían algo aun más novedoso, nosotros dábamos un paso adelante y nos conformábamos felizmente, con lo “penúltimo”. Eventualmente fuimos evolucionando y el cambio a nuestro propio ritmo, fue marcando la pauta que definió los 90s.
Yo no tuve ni walkman amarillo super play de Sony, ni beeper, ni tamagochi(gracias a dios!). Pero en la casa si tuvimos uno de los primeros Macintosh de disket plano, un computador con enciclopedia Encarta (Hoy quien usa enciclopedia existiendo Google?), Nintendo con pistola de Duck Hunt y el clásico Mario Bros y Gameboy con Tetris. En televisores nos demoramos aún más en modernizarnos; hasta hace unos pocos años conservamos el armatroste monstruoso que fue reemplazado por la pantalla plana, El VHS llegó tarde pues todo era Betamax, y aun hoy en día mi mamá se refiere al DVD como Betamax. Aun cuando logramos actualizarnos lentamente, es tan dinámica la evolución tecnología que yo siempre he sentido que así persiga y persiga siempre estoy retrasada.
En cuanto a comunicaciones creo que estuvimos muy a la vanguardia. Nunca faltó el radio teléfono en la finca y mucho menos el teléfono fijo que se instalaba en los carros, más conocido como “la panela”. La obsesión de mi papa por estar comunicado lo llevó a mediados de la década del 90 a incursionar con gran visión en el mundo de la telefonía celular y esto permitió que además de tener la casa decorada de NORTEL hasta en los ositos de peluche, mantuviéramos la delantera en cuanto a los equipos móviles.
Pocos años después apareció internet, que a hoy me sigue pareciendo la herramienta más poderosa y transformadora del mundo. Por supuesto la conexión era por teléfono y con todo tipo de pitos y con ella llegó ICQ, mi primer contacto con el mundo de la mensajería instantánea. Como olvidarme de ese pitico “tu-tu” que me alertaba sobre el mensaje de algún enamorado, o de mi primera dirección de correo electrónico que hasta hoy me acompaña y que posiblemente nunca cambiaré. De haber sabido que sería como una huella digital lo habría pensado mejor; thelena6 es y será por siempre mi identidad virtual.
Mirando hacia atrás todo esto me da risa y nostalgia, pero más que nada me aterra lo rápido que todo evolucionó y lo mucho que se nos ha trasformado la vida. No tengo que describirle a nadie la realidad actual, porque no hay quien no este ligado de una u otra manera a ella. Ya sea con los ojos clavados en una pantalla, con los dedos que se mueven solos, o con trillones de selfies. Por favor que no se me olvide nunca el martirio de las clases de mecanografía y la maquina de escribir con su aliado fiel, el liquid paper. Eso quedó en el pasado, hoy en día typeo con los ojos cerrados.
La última década ha sido redefinida por las redes sociales. Debo admitir que integrar cada una de éstas a mi vida ha iniciado con un proceso de resistencia y luego cuando aprendo a manejarla me trago mis palabras. Debo confesar que mis prejuicios tecnológicos y evolutivos, han escondido siempre desconfianza, ignorancia y pereza por aprender sobre este tipo de cosas. Es que las maquinas casi siempre me intimidan, siento como que nunca podré aprender más allá de lo superficial y básico. Una vez más, me mueven la zanahoria y parece ser interminable. No es sino que aparezca una nueva actualización para que se me renueve la resistencia y el rechazo por modernizarme. Eso debe venir de mi odio por leer instrucciones y mi afán por hacer todo con inmediatez. La tecnología requiere su tiempo.
Siempre preferiré el hardware al software, aunque lo segundo sé que es la “sustancia”, lo primero por lo menos es un producto tangible, de diseño y a ratos hasta bonito. Es más, durante años le he hecho el quite a programas de diseño aun cuando mi profesión y mi trabajo han dependido de ellos. Hasta ahora he logrado “delegar” o “resolver” sin tener que aprender. Increíble, pero penosamente cierto.
Todo este preámbulo para mencionar el reto que ha sido escribir este blog, no por las ideas o la redacción, sino por el manejo de esta tecnología “facilísima” de crear en el mundo virtual, un espacio “perfectamente aceptable” y “fácil” para compartirlo y divulgarlo con ustedes. Confieso que llevo casi dos meses en estas y mi resistencia bajó solo esta última semana, cuando por no tener mucha elección me vi obligada a cacharrear y diseñar una pagina digna de mis palabras, para no quedarme atrás. Intenté delegarlo y resolverlo con los millenials que me rodean, pero me hicieron el fo!, de modo que no hubo como hacerle el quite y tuve que resolverlo. Afortunadamente lo logré y aun cuando todavía me queden cositas por resolver, me queda esa mini satisfacción como de rodeo de en alguna medida haber dominado LA BESTIA.
Entonces les dejo este blog para que además de leerlo puedan ser testigos de este nuevo aprendizaje y con la opción de SUSCRIBIRSE, para recibir mis futuras entradas a través de correo electrónico. Recibo quejas, sugerencia y reclamos para ir modificando en función de la practicidad.