Maniaca Creatividad

Hace algunas semanas tuve el más reciente de mis episodios de bipolaridad. Siempre mirando hacia atrás trato de entender cuál fue el detonante, el porqué y el cómo. Aun cuando no me sorprende pasar por ahí, si me inquieta saber cómo prevenirlo para el futuro. Cómo es que teniendo todo bajo control y siendo tan consciente, puede de repente desaparecer mi tranquilidad? Una pregunta que será inevitable siempre y para la cual su respuesta siempre será una versión de “no todo se puede controlar”.

Ya cuando estoy de vuelta a mi “sano juicio”, lo veo lejano y aunque agradezco haber bateado la “bola curva”, irónicamente quisiera volver a estar allí; caída, derrotada, excusada de la realidad que me rodea, donde solo se puede ir para arriba.

En esta ocasión creo que fueron una serie de eventos acumulados, todos ligados de una u otra forma al miedo a la soledad. La aceptación de finales, la añoranza de compañía y seguridad y una vida tan llena pero a su vez tan “vacía”, hicieron que la presión pusiera la olla a pitar, hasta estallar. Esta vez no era prevenible, fue la vida y las cartas de ese momento. Como siempre, primero vino la depresión, seguida de la necesidad de aislarme del mundo, de rendirme y de perder la confianza en mí y en la medicina.

Hoy no quiero hablar de ese lado oscuro de una crisis sino del lado colorido, fosforescente y el irracionalmente inteligente. Esa otra cara que es la MANÍA. Para mí, la manía es una dicha peligrosa. Es un mundo donde todo va muy rápido, muy claro y la recompensa de vivir ahí, es querer y poder devorarse el mundo de un solo bocado; nada parece ser suficiente. A mí se me manifiesta de varias formas y creo que se ha trasformado según la madurez y la edad. Antes era pura fiesta, gasto, y actos irresponsables; hoy es más acorde con mi realidad en los 30s. Lo primero es el insomnio, unas pocas horas de sueño dan gasolina para muchos kilómetros. En esas horas de insomnio la mente es tan clara, tan lúcida, tan organizada y a la vez tan ruidosa, que debo decir, es donde he tenido mis mejores ideas. Mi creatividad trabaja a máxima potencia. Pareciera que mis lados izquierdo y derecho del cerebro compitiesen por ganarse el premio al que tenga más poder. Es un tiempo de creación, de organización, de filtrar, de eficiencia maniaca, de tantas cosas que no alcanzan las palabras para describirlo. El cuerpo no pide descanso, no pide comida, no pide ayuda, puede con todo; es la definición de estar HIGH ON LIFE.

Imposible negar lo adictiva que es esa sensación y ver lo que deja en su camino; pura ideación y creación. De manera que si pudiera escoger que piezas bipolares vivir y cuando vivirlas, esta sería mi preferida. Sin embargo todo tiene su precio y de la mano de esta experiencia incandescente viene el peligro. No hay límites, es pura euforia, el riesgo se destiñe y el miedo pierde todo su poder, las responsabilidades son transparentes, casi invisibles, y solo yo puedo ver esa velocidad arrolladora e intensa como algo poderoso y positivo. Los que se cruzan por mi camino en esos días me ven hablando rapidísimo, más afanada que de costumbre, gastando sin límite, queriendo vivir todo intensísimamente y sin mucho cuidado de nada, ni de nadie. “NO” es una palabra inaceptable, la imposibilidad es impensable, vivo en una falsa realidad de infinitos. Llego al punto de ser autodestructiva y sin medir las consecuencias… Y entonces viene el TOTAZO!; el que sólo logra frenar la medicación.

Como dicen por ahí: no hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague. Entonces por fin descanso, duermo, el cuerpo comienza a sentir los achaques del uso y del abuso y la culpa se apodera de mí. Todo me duele, cuerpo y alma por igual.  Se desvelan las consecuencias de días de excesos, pero también de días de creación, de innovación, de inteligencia ilimitada. Y solo queda un panorama contradictorio de destrucción y construcción que me obliga de alguna manera a “comenzar de nuevo”, a enfrentar los platos rotos y los castillos de arena, a ratos con ilusión y a ratos con la intensión de no querer salir de la cama. Por fortuna, durante algunos días, quedan esos estragos de claridad y de lucidez que dejan que mis pensamientos y mis objetivos fluyan de una forma extraordinariamente eficiente y organizada. Fue justamente durante uno de esos momentos que decidí comenzar a escribir este Blog. Los primeros días escribía sin parar, con mucha claridad y celeridad. Con el paso del tiempo se me ha venido haciendo más difícil y lento, pero la realidad es que esa virtud de creación es mía y no de la enfermedad, solo que cuando estoy en esas se le sube el volumen. 

Ahora mismo vuelvo a sentir miedos, vuelvo a enredarme entre angustias. Vuelvo a la “tranquilidad” y la estabilidad de las rutinas y de la estructura, pero me aterra la posibilidad del fracaso, del juicio, de la desprotección. Estoy en mis manos, con muchas herramientas y los mejores aliados, pero la vida es incierta y no hay garantías de nada. La cotidianidad poco a poco empaña los sueños, los grandes y los chiquitos por igual, y de repente me sorprendo en cualquier esquina con momentos brillantes como si cayera polvo de estrellas por unos instantes. La suerte está de mi lado y debo aprovecharla mientras dure; Hoy está maniaca, mañana no lo sé.