El termino bipolar se ha vuelto coloquial. Antes me molestaba, hoy me parece genial porque está quitándole algo de valor trascendental y de rechazo y de miedo, y le da un poco de ligereza. Le quita el tabú. Deja de definir a las personas. Eso sí, ojo con que se vuelva tan ligero que pierda su sentido, su valor y su importancia. Porqué quienes lo padecemos no dejamos de sentir el dolor, la desolación, la desesperanza y la desilusión. Entonces, que bueno que se use este termino en la mesa del “desayuno” cuando se habla de lo bipolar que está el clima de Bogotá, o “es que estoy bipolar hoy y no logro escoger que ponerme” frases tan espectacularmente adolescentes que confieso ¡amo y agradezco!
Para los que hablan abiertamente de “condiciones mentales”, bienvenidos a mi mundo. Ese que tiene todos los ingredientes, desde las construcciones colosales, hasta la destrucción masiva. Los invito a ser participes de una y mil aventuras que asustarán a más de uno, que entretendrán a otros, pero que sobretodo aterrizarán a todos aquellos que han vivido cerca de que la distorsión mágica que nos tiene planeada la vida. Esa, la común y corriente, la que rodea a una persona que vive con un “hándicap” como cualquiera, que se reta, triunfa, sufre, goza y vive como cualquier mortal.
Hace 20 años, en medio de una aparente adolescencia fuera de control, descubrí que “soy” bipolar (Realmente SOY es HELENA, pero hagamos caso omiso a la semántica por un rato), una etiqueta que me ha quitado mucho, pero que hoy me ha dado tanto más. Sin embargo, para “fortuna” mía, no fue sólo ese el descubrimiento, también tengo una condición que se llama Personalidad Límite. En otras palabras, el autocontrol y la impulsividad en mi vida, han sido lo que llamarían lo adultos; gustos adquiridos. Muy trabajados, pero en lo absoluto naturales y mucho menos intuitivos. Estoy llena de historias, de errores, de “locuras”, de arrebatos y porque no, de shows de lo más circenses. Que mejor testigo que mi novio universitario que se gozó, pero se parió toda esa locura apasionada de un barco sin capitán.
He doblado y doblado a quienes me quieren, con la inmensa fortuna de jamás haberlos “quebrado”. Me adoran al día de hoy, con todas mis excentricidades, mis rasguños y en especial con lo que mi pasado a dejado en mí.
Suena como un simple tema de comportamiento, pero realmente es una genuina enfermedad y me ha roto la vida y el espíritu incontables veces. Llega de repente, sin avisar y hace de las suyas, quedo en las manos de médicos para seguir instrucciones y dejarme asesorar, cosa que no es tan fácil como tantos creen. Controlarse, callar o incluso “hacer caso” como dirían las abuelitas, es muy difícil. Aún con inteligencia, con la preparación y con la red de apoyó, es DURO.
Los detonantes pueden ser muchos, desde un estrés físico fuerte, hasta un cambio repentino, o cualquier duelo sorpresivo. Pero también están los detonantes que simplemente hacen parte del ciclo, que son físicos y dignos de la enfermedad y los que más sorprenden. Esos, también me han destruido la vida, me han llenado de culpas, de vergüenza, de pensamientos y comportamientos auto destructivos. En mi caso, mi talón de Aquiles ha sido y seguirá siendo siempre; EL AMOR, o debería mejor decir el DESAMOR. Es ahí cuando empiezo a padecer mi realidad. Esa que llega en esteroides y en fosforescente.
Pero justo, cuando veo el final, no se de donde, o quisiera creer que por ahí de repente, aparece mi padre desde el más allá, moviendo su maquinaria y sus fichas de ajedrez, para que antes de dejarme vencer del todo, me pueda rodear de peones, alfiles, torres y caballos y todo tipo de cosas que me permiten de una u otra manera reinventarme, y no precisamente en el blanco y negro, sino en millones de colores nuevos. Odio tener que confesar que soy una versión en constante actualización. Pero, ¡es lo que hay!
Como se podrán imaginar, nadie lo prepara a uno para esto, mucho menos a su familia y a sus seres queridos. Es un proceso que para todos es de comprensión, de ensayo y error, pero más que nada es de autoconocimiento. Descubrir con la experiencia cual es la pieza que juega cada uno para hacer el tablero más firme y como rodearse para no perder la energía. Es un proceso de encontrar límites, de definirlos y de respetarlos. Es sin duda un crecimiento familiar que no se compara y que agradezco que hayamos tenido que vivir. Hoy nos une, más que nada, ese regalo que es la SOLIDARIDAD.
No tengo ninguna duda que lo más valioso que tengo hoy, es eso, mi tablero bipolar multicolor, porque me vi obligada a saber quien soy, porque tengo lo que tengo, porque soy como soy, porque quiero lo que quiero, porque duelo como duelo, porque erro como erro y más importante por que cuido a los que cuido.
Cuando nació mi primer sobrino Luis Alejandro, la luz de mi vida y el alma de la familia, me dediqué a pagar la deuda que he tenido con mis hermanos y con mi familia (pasivo que jamás me habrían cobrado, pero igual siempre quise retribuir). Jurándome a mi misma que daría el mejor ejemplo posible en todo lo que estuviera a mi alcance, aún cuando ese ejemplo viniera desde las equivocaciones sus respectivas correcciones. Empezó como una “deuda” con los míos y como la familia trajo otros 5 alfiles pues se volvió más poderoso. Pero poco a poco se fue expandiendo a todos aquellos que en algún momento me han visto caer, que me han sabido contener aún cuando quieren “odiarme”, que me han sabido “perdonar” y sobretodo que aún después me han querido volver a “disfrutar”. Todas las relaciones que forjo hoy, las rigen 2 principios: el del amor incondicional y el del perdón anticipado.
Los grandes amores y amigos de mi vida que han ido viéndome formarme, madurar, a esos me les quieto el sombrero, porque una amiga como yo, será entretenida, pero aguantar voltaje de 220W en un mundo con capacidad para 110W, es admirable.
Así que si hoy tuviera que dar algún consejo para los que de alguna u otra manera los toca este tema de mil matices. Es que creen redes. Porque esas no se crean solas y es de lo poco que están en nuestro control. No aparecen por arte de magia. A los amigos tocan cuidados un poquito más de lo que está escrito, realmente acompañarlos, gozarlos, adoptarles sus familias como propias. Es cuestión de constancia y consciencia. Y a la familia, a esa, toca darle el lunes, el martes, el día de la tragedia, el día del triunfo, el día común y corriente, y el día que no nos da la gana. En especial a los niños que con detalles chiquitos pero gigantes, esto los va haciendo más fuertes y compasivos. Parque en el momento en el que toque doblar y créanme cuando les digo que esos momentos llegarán, puedan moldearse para nunca romperse, para nunca perderlos o lo que es peor herirlos. Eso sólo depende de uno y con amor viene solo.
Una amiga hace unas pocas semanas me dijo: “Ser humano, definitivamente ¡no es fácil!” No podría estar más de acuerdo es que TODOS tenemos nuestros “ALGO”