Modo Avión

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Siempre que me sumerjo en algún proyecto, en alguna relación, en alguna actividad que cautiva mi mente, mi alma o a mi cuerpo, me aparecen unos “súper-poderes” de aguante que parecen gratis pero que pasan la cuenta cuando menos lo espero. 

Hace exactamente 14 meses cambie de vida buscando tener un oficio más inspirador y más acorde con el sueño y la vida que planeaba tener. Obviamente que a mediada que fui haciendo y construyendo, mi sueño fue cogiendo cara y la vida que me estaba forjando encajó dentro de un guante más real y aterrizado. Pues bien, cada día fue trayendo su afán, cada ilusión fue trayendo sus resultados y cada jugada de ajedrez, fue armado sus jaques y sus mates. Mientras tanto entre la novedad, la ilusión, y la positiva incertidumbre, todas las fuerzas y las energías andaban pa’ lante con mommentum, con intensión y con aparentes buenos resultados. Digo aparentes porque nadie sabe a ciencia cierta si está teniendo éxito en una etapa tan inicial. Pero al final de cuentas, las respuestas estaban siendo positivas, entonces disfruté junto con cada persona de mi equipo las pequeñas gratificaciones y las metas cumplidas. Desde las boronas hasta el pan mejor horneado. 

Es que cuando uno hace lo que le gusta, para lo que es bueno y lo que lo inspira no lo siente como trabajo, ni como esfuerzo, ni como sacrificio. Tal como cuando estoy enamorada, todo viene sin conjeturas, condiciones o limitaciones. Se hace, se vive y se siente física satisfacción y felicidad. Por eso cuando algo se siente así de bien, que difícil es querer tener equilibrio, o saber hacer una pausa o buscar otras ilusiones.

Todo este preámbulo para contarles que hace un par de semanas mi cuerpo me pasó la cuenta y solo ayer mi mente me paro en seco. Estaba anunciado, pero mis límites a veces parecen invencibles y los estiro más de lo que debo. 

Trabajar en un hotel boutique tan personalizado como Casa Legado, es fascinante, a parte de tener todo un lado administrativo, logístico comercial y estratégico, la verdad es que “el conejo y el sobrero” lo trae el huésped, pero somos nosotros quienes le metemos la magia. No importa que tan bien o mal se este moviendo la maquinaria detrás de cámaras, el show de encanto es lo único que cuenta, lo único que queda y lo único que se recuerda. Pues bien, durante meses la magia ha sido mi droga, me inspira, me estremece y me infla. Pero para lograr tanto encanto se requiere tiempo, espacio, actitud, genuino interés y total generosidad. Y cualquiera que trabaja en temas de hospitalidad sabe que requiere más esfuerzo, dedicación y creatividad esto que cualquier estrategia comercial. La magia está en el detalle, en el interés y en la conexión y para conectar o crear vínculos la disponibilidad de estar desprendido de uno mismo, aunque engrandece, también enceguece y agota. Mi vida durante un tiempo ha estado completamente prestada. 

Pero así es emprender, dedicación total y absoluta hasta que el show despega. Cuando todas mis apuestas están en el mismo lugar, no hay campo para rendirse o para derrotarse y mucho menos para ausentarse. Sé que pasa la cuenta, pero me habría sido imposible no exigirme lo mismo o más de lo que le exijo a quienes con tanta paciencia trabajan para mí, porque, aunque los resultados dependen de todos, las responsabilidades al final de cuenta recaen en mí. Además, todos quienes han confiado en mí, me tienen los ojos encima y están gastando sus energías prestándomelas así fuese telepáticamente. Toca honrar los compromisos, las exigencias auto impuestas y tanto buen review y notas de cariño que nos han dejado todos y cada uno de nuestros huéspedes. 

¡Si yo se! Nada justifica poner en riesgo la “salud” pero no voy a ser alarmista no la puse, pero si me fundí. Literalmente viví 24 horas, 7 días de la semana por y para mi Casa Legado. Eso si gozándome cada minucia, aun las que parecen ser una piedra en el zapato. Pero de repente la fatiga, la falta de sueño reparador, la falta de buena y ordenada alimentación, la falta de horario, de estructuras y pausas, empezaron a sacar un lado más amargo en mi vida profesional. A mi equipo que con tanto esfuerzo, compromiso y cariño trabaja; también sin descanso, a ellos, les toco empezar a lidiar con un umbral de paciencia mucho más bajito, un genio tanto más lleno de pólvora y un nivel de tolerancia que respondía solo a estándares inflexibles en cada detalle. Tampoco es que fuera una fiera, pero si la curva de aprendizaje del ultimo año ya tenía que soltarse y confiar en criterios ajenos y grupales. El micro-managment enloquece a cualquier equipo, ojalá no se me enloquezcan porque si que soy afortunada del equipo tan chévere que tengo.  

Ojo, siempre, siempre soy consiente de cada cosa que me pasa, de cómo funciona mi mente y mi cuerpo y a que responden mis comportamientos así que con algo de angustia decidí tomarme unas merecidas vacaciones para mí y también para que los míos descansaran de mi. Confiar, confiar y confiar después de trabajar, trabajar y trabajar. Dejar de controlarlo todo, dejar que aparezcan fallas, equivocaciones y seguramente otras soluciones, e ir a disfrutar de otras cosas, ver otras caras, otros paisajes, tener otras historias y dejarme querer. Hace un mes reservé mi tiquete y desde entonces estaba deseosa como una colegiala de mis vacaciones. 

Pero soltar, preparar y dejar “controladito” lo que más se pudiera por supuesto me tensionó, me angustió y aunque no lo sentí en el día a día el calendario no mentía y el lunes sin aviso alguno, el cuerpo se me inquieto, el pecho se me apretó y con la mente en duda de repente se vino… la imposibilidad de respirar, los labios y las puntas de los dedos dormidos, el cuerpo entumecido, un llanto  incontrolable, y esa sensación de vacío de montaña rusa que anunciaba una angustia sin razón. Juemadre, no hay rima o razón que calme las ansias de impotencia de un “ataque de pánico”.  ¿Pánico de que? ¡Pues de nada!  Un cumulo de días, de horas, de sonrisas, de tensiones, de historias y aunque sé que eso no me va a matar, joder, ¡me siento a morir!

Pero bueno se pasó y el cuerpo quedó cansado, tembloroso y más que nada advertido y alerta de que no me vuelva a pasar, sobretodo por la calle, ¿porqué que tal que lo que me mate sea un bus a velocidad media? 

No habría hecho nada diferente, pero como todo lo que es emprendiendo es aprendiendo, empieza hoy un nuevo ciclo. Ya acá sentada en el avión lista para un nuevo aire, recargaré pilas, pondré distancia y dejaré a los que quedaron que se luzcan con luz propia mientras yo me enorgullezco de una labor bien hecha. 

A partir de ahora: Modo Avión