Olvidos de almohada, amores de edredón

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Ya he perdido la cuenta de cuanto tiempo ha pasado desde que una mano araña me enganchara en intimidades de pareja. No me acuerdo siquiera lo que es compartir edredón, mucho menos el control de la televisión. Ni se hable de un beso o una caricia insinuante o una conversación de almohada. De las bajas y deliciosas pasiones, a esas les perdí la pista hace rato y con ellas mi interés de pareja, de compañía, de riesgo y por supuesto de intimidad. En otras palabras, una vida sin intrusos. 

Me parece un cliché pensar que una herida de un amor infame del pasado pueda dominarme e impedir que mis hormonas o mi corazón se permitan, con gusto y deseo, visualizar una vida en pareja. No es que la descarte, pero tampoco la imagino. ¿Será que me volví una “neura”? ¡Que susto! Ojalá no, porqué esa palabra siempre me parece que va acompañada de “gatos” (con todo respeto a los amantes de los gatos). Me asusta pensar que voy por un camino que depronto me prueba lo contrario y con tanta independencia y desconfianza voy a desilusionar hasta al más valiente que se atreva a escogerme. 

Mi hermano mayor en ocasiones no se si desde el humor o la razón o su desde su significado del AMOR, dice constantemente: “Helena, el amor no existe”, supongo que se refiere a que el amor “hollywoodense” no existe y que en la vida real toda historia tiene casi más decepciones que ilusiones. En la vida real no hay escenas de esas donde el valiente galán llega en el ultimo minuto a toda marcha al rescate de un corazón magullado para coronar “nuestro” final feliz. Pero más que nada seguro se refiere a que la convivencia es una eleccióny no una emoción.Yo en cambio siempre defendí al amor con furor porqué; ¡Claro que existe! siempre me refería al amor romántico, al ilusionista, al que no conoce imposibles. Así que como era usual partíamos diferencias, yo sabiendo que él en el fondo si creía en el amor y él supongo creyendo que yo no era tan ingenua como una poeta de tiempo completo. 

Pero confieso que hoy no me duele decir ni me tiembla la aorta al aceptar que creo que tenía razón. “El amor de los enamorados NO existe”, el de familia, el de un buen amigo, el desinteresado y hasta el animal (que honestamente no me ha tocado) en esos amores, no sólo creo, sino que confió. Pero el romántico, les soy honesta creo que es débil, frágil y con solo dos aristas. 

La primera, la del enamoramiento: que pasa rápidamente y pronto se convierte en amistad o incluso en hermandad, donde la intimidad tarde o temprano deja de ser hambrienta y se convierte en cotidianidad y costumbre y muy esporádicamente sorprende. Los afortunados que se enamoran a sabiendas de lo que les espera podría apostar que por los ojos abiertos les va “bien”.  La segunda es la convivencia: que estoy de acuerdo es una elección y NO una emoción más bien la llamaría una constante negociación. Es la parte contractual de una pareja, la de las historias y la que pone a prueba lo diferentes que somos. Los hábiles y los buenos comunicadores pasan seguramente con honores las pruebas de este lado del amor y triunfan a la larga. Son quienes yo creo que realmente se “aman” como amigos en su vejez. 

¿Yo que sé?, no he tenido una relación de pareja duradera ni estable creo que nunca. No he construido vida en equipo, sino individual y no he estado expuesta a las vueltas de la vida en conjunto. Eso si, he amado, he gozado y he perdido y hoy más importante que nada he olvidado. 

Pero desde fuera y desde esta apatía producto de una rabia innecesaria que no logro sacudirme me es imposible ignorar a un mundo que me muestra todos los días que la fidelidad es una moneda transaccional y que la rutina es un inaceptable en estas épocas de inmediatez y gratificación instantánea, ¿Cómo hacen tantos para creer en lo increíble? He perdido confianza hasta en mí fidelidad, en que yo logre no caer en la tentación para librarme del mal, Amen. Si se trata de no tragar entero, en este tema ya no me engaño un minuto más. Aclaro que para mí esto no es un tema de errores patológicos genéricos que venden al hombre como el infiel descontrolado o a la mujer como la intensa que acaba con la pasión. De hecho, lo que creo es que el ser humano es egoísta, cambiante e insoportable. Maravilloso no me malentiendan, pero auténticamente incapaz de sentirse satisfecho con lo que tiene. La insoportable levedad del ser nos tiene jodidos y a mi me ha vuelto agnóstica en temas del amor. 

Pronto se casa mi hermano menor y nadie más que yo quisiera poder darle un buen consejo y un espaldarazo optimista en temas del amor aun cuando últimamente las palabras, las ideas y la fe en cupido se me destiñe. 

Es posible que todos los que están felices (porque si veo a algunos felices) sean afortunados. Supongo que hacen parte del elenco del país de las maravillas y seguro en esa lotería de Alicia ganaron por suerte o por Karma. Como seguro lo hará mi hermanito y su futura esposa. Yo mientras tanto sólo les deseo suerte, inteligencia cuando la necesiten y de regalo les daré una bolsa llena de Caladryl para que cuando tengan una roncha, NUNCA se la rasquen. 

Perdonarán si sueno negativa, y desinflada, pero de pronto me trago mis palabras. De hecho, ojalá lo haga y llegue un alguien que me arrodille ante realidades increíbles pero comunes y corrientes y me arañe la mano con fuerza, sin raparme el control y que compartamos colchón, pero nunca edredón, hasta que la muerte nos separe.