Después de evitarlo y masticarlo durante algún tiempo, me llegó la hora de escribir sobre la maternidad. Empiezo por decir que hace ya más de 10 años que decidí no tener hijos. Ni les digo el numero de personas incrédulas que me lo refutaron. En un principio daba explicaciones para demostrar que nadie sabia más de mi vida que yo, cosa que debió haber sido obvia. Sin embargo, hoy, no sólo no doy explicaciones, sino que disfruto secretamente de haber escogido huirle a esa maternidad a cambio de otras cosas. Mientras muchos lo dudan, yo me gozo saber que con cada año que cumplo el reloj biológico esta más cerca de alinearse con mis deseos y que el riesgo de que ese rumbo se me atraviese y me cambie mis planes es cada vez más remoto.
Pero, aún cuando ya hace años la decisión estaba tomada no siempre fue tan claro. Al principio me juzgaba y me cuestionaba al pensar que una persona tan “maternal” como yo, no sintiera ese deseo loco que tenía poseídas e impacientes a la gran mayoría de mis amigas. Me sentía por falta de una mejor palabra un poco desportillada e inadecuada. El proceso de escoger no ser madre no fue de la noche a la mañana. Arrancó por el contrario, sorpresivamente y a raíz de mis condiciones mentales, y con el tiempo fui llenándome de razones más robustas, que hoy creo son inamovibles. A medida que fui madurando y confiando más en mí, aparecían nuevos matices que ni yo sabía encaminarían mi vida hacía un destino que buscaría una familia menos usual y más acorde a mis sueños y a mis deseos. En esto como en todo lo demás, hice mis propias reglas.
Empiezo por la ultima de las razones, la que me convence todos los días y entre otras, la más importante y luego les desgloso para aclarar dudas y curiosidades que causan tanta “intriga”. La verdad verdadera, es que: ¡No quiero ser mamá! tan simple y tan básico como eso. No tengo el deseo, no tengo la intensión y eso basta para saber que no deboserlo.
Cuando a mis 19 me decían que la bipolaridad podría heredarse, me aterraba ser capaz de ponerle esa cruz a alguien más, sobretodo a un hijo. A esas alturas de la vida cuando no tenía tan clara la cosa y considerando el “molde” en el que había nacido, me frustraba y me asustaba. Pero con los años, después de más de una crisis me di cuenta que mi instinto lo único que buscaba era proteger a mis más vulnerables; a mis sobrinos. Era tal el dolor que me daba pensar que yo podía herirlos, que hice cualquier cantidad de malabarismos para evitarlo. Con eso y después de más de una crisis me fui dando cuenta que era tan maternal y tan protectora que por eso mismo no quería ser mamá. En esos momentos de oscuridad era muy fácil decir no pero claro, la vida no sólo tiene de esos y lo otros, los buenos, eran los que me hacían temblar la voluntad. Hoy en día la ciencia y la genética me permitirían saber las posibilidades de riesgo que habría de heredarle a un hijo ese lado amargo de mi, además a ratos se me olvidaba que mis hijos tendrían papá y en esos momentos podría hacerse cargo como el buen papá que seguramente yo habría escogido, pero ya ni por esas.
Lo siguiente es que he amado siempre cuidar y gozarme a cada uno de mis sobrinos entonces era difícil entender cómo con semejante facilidad y conexión no se me cruzaba por la mente tener unos niños míos, propios, sangre de mi sangre. Pero luego caí en cuenta que sólo se me cruzaba cuestionarme el por qué, pero jamás que el cuándo, eso también fue bastante diciente.
Y bueno, la vida fue cogiendo su forma y cómo creo fervientemente que la mujer por su naturaleza “gesta” encontré sin darme cuenta hacerle honor a mi feminidad y “gesté” de otra manera y en mis propias condiciones. No es casualidad que se hable de que un gestor hace nacer un proyecto. Yo empecé por ahí y cuando el proyecto nació la satisfacción fue inmensa y el reto de hacerlo crecer, de darle forma, tuvo tantas dificultades como recompensas. Luego apareció la inquietud de “gestar” algo más, algo nuevo, otro hijo y los deseos fueron ordenes. Tuve y tengo profundo amor por cada uno de mis proyectos, profesionales y personales, por los triunfos, por su gente y por lo mucho que logré influir positivamente, estaba dejando algún legado desde el primer día. Pero para eso tuve que ser muchas veces compasiva, otras exigentes, y todas y cada uno de las decisiones que surgían siempre conllevaban dudas. Yo estaba aprendiendo; creciendo también. ¿No les suena parecido a otro estilo de vida que toman tantos otros?
Talvez por coincidencia estudié diseño y toda mi vida me he dedicado a crear, adorando todo lo que he creado. Amo profundamente las relaciones que he construido y a cada una de las personas que me rodean, me respaldan y me quieren. Hago la salvedad que yo me he sudado cada relación que he tenido, las he valorado más que muchos, pero lo más importante es que he amado desde la gratitud a cada persona y a cada cosa que construyo. Amo en la cotidianidad, en lo superficial, en las pequeñas cosas y también en lo trascendental, en lo urgente y en lo ajeno y en especial, amo de forma incondicional. Es demasiado el amor que reparto y recibo en lo que gesto y por eso creo que soy feliz. Como con otros amores me cuesta cuantificarlo y explicarlo. Nuevamente, todo esto suena familiar, ¿no?
No puedo dejar de mencionar lo que tantas mamas me dicen como si eso me hiciera ser una persona “incompleta”. Que el amor más grande que uno siente es por un hijo y que no se puede comparar o reemplazar con nada. Debo decir que estoy de acuerdo con que no se puede comparar porque para qué compararlo, pero yo lo he podido reemplazar; el amor igual que el dolor es único e intransferible ninguno podría ser igual pero no por eso es menor, o menos importante o menos poderoso; es relativo a cada uno. Lo que yo vivo en carne propia me hace amar tantas cosas con tanta intensidad, que el corazón a ratos se me quiere salir del cuerpo lo que pasa es que mi amor está felizmente dividido en muchas cosas. En lo sentimental me complace decir, que mis huevos no están todos en la misma canasta y eso me encanta, me llena y sobretodo me abre el espectro de lo que es crear y más que nada gestar. Así que debo decir que es distinto, pero jamás poco.
Cuando me imagino teniendo uno o dos hijos (cosa que me cuesta) lo único que veo es un embudo. Un hijo me “quitaría” tanto amor bien repartido y lo tomaría completo. Cualquiera que me conoce sabe que me gusta conocer mundos nuevos, participar de tanta diversidad y buscar muchas opciones y eso simplemente lo perdería. Veo a tantas mamas de hijos en especial a la mía y confieso que me muero del susto de pensar que jamás por un instante podría dejar de ser mamá; seria un compromiso como pocos. No podría tomarme un descanso, no podría poner pausa y en una vida como la mía, aun si voluntariamente no quiero poner pausa, tarde o temprano la vida inevitablemente me frenará a la brava poniéndome, si fuera mamá de otro, en una terrible encrucijada.
Creo que soy entonces, una buena “mamá” sólo que de otra manera. Pero además de “ser mamá”, también soy mujer, también soy persona y por esa razón tengo todos estos sueños que no me dejan echar raíces y sobretodo que me que hacen querer abarcarlo todo; no me limitan no me encierran. Tengo mi vida verdaderamente para mi pero no desde el egoísmo sino para disfrutar de mi con otros y por supuesto en algún momento con alguna pareja que quiera hacer una familia con este tipo de mamá. Pero no estoy encerrada en manos de nadie y me encanta esa libertad de no ser indispensable para nadie. Imagínense, si a ratos ni puedo cuidar de mi, sería a una tortura para mí no poder cuidar de otro.
Por ultimo y esto es una cosa reciente. Creo que este mundo no necesita más niños y estos niños no necesitan crecer más en este mundo. Suena un poco fatalista y también como descorazonador porque las cosas sólo van a mejor si las personas buenas crían hijos buenos. Yo creo que soy una de las buenas y de pronto podría aportar, pero honestamente prefiero aportar en los que ya estamos destinados a este mundo. He perdido la fe en mucho de lo que nos rodea y no quisiera eso para mi hijo.
Entonces mi vejez, esa de la que tantos se preocupan que van a ser solitaria, por el contrario, estará tan llena que no lo perderé todo por perder una cosa. Tengo de donde escoger. Entre familia, amigos, proyectos, viajes, aventuras y amores, poco nido vacío esta para mí en el futuro.
Ahora bien, no querré tener hijos, pero si un compañero de vida. Así que por ahora me preocupo por eso, porque mi maternidad viene y vendrá todos y cada uno de los días que tengo por vivir, la llevo como todas las mujeres por dentro, es innegable y siempre estará presente en mi hacer y en mi ser.
Entonces para los incrédulos; soy una mamámuy feliz y muy satisfecha, sólo que sin el dulce peso de hijos de carne y hueso.