Yo no he escogido, pero escogería una y otra vez ser tía. Porque quien no tiene hijos por fortuna tiene sobrinos. De mis tres hermanos; dos ya tienen sus familias completas; tres hijos por cada lado y el menor seguramente tiene la ilusión de construir su familia y seguro será en un futuro no muy lejano. Así que por ahora tengo 6 sobrinos y como lo he dicho las ocasiones anteriores son mi razón para vivir y los amores de mi vida entera. Por eso quiero dedicarle unas palabras a cada uno para inmortalizar este instante, con estas edades tan diversas y mientras todavía me dejan tenerlos cerca y quererlos sin mesura.
Empezaré por la menor; Luisa. Mi Luisa, la Luisa de todos, la perfeccionista, la finquera, la que prefiere a su abuelita Lina sobre todas las cosas, la que les da guerra a sus hermanos porque seamos realistas, a ella no se la monta nadie. Una compañera que se le mide a todo y que solo se aburre cuando se siente sin “nada”. Una valiente a prueba de todo riesgo pero cautelosa a la hora de conquistar sus éxitos. La independiente, la sociable; la hiperactiva.
Aparte de su evidente inteligencia y belleza física, Luisa lo que es, es tierna, y con cada onza de su cuerpo y alma. Talvez será ese cuerpo chiquitico y ese capul a medio cortar o esa sonrisa semi-mueca con la que me recibe siempre que la veo, o su pinta tropical en paramos de fríos imposibles, o el pique que se mete cada vez que me ve para darme un abrazo espichado como si fuera su preferida; como si no quisiera estar con nadie más que conmigo, como si estuviera haciendo méritos para heredar todos mis atuendos extravagantes llenos de golas.
Luisa llegó a este mundo hace poco más de 10 años. Llego después de mucha insistencia y de la valentía de una mamá que no se daba por vencida, ni por ella, ni “contra” mi hermano. Me acuerdo la escogencia de su nombre y la ansiedad de sus hermanos por saber si era niño o niña. Me acuerdo del momento catártico para mi hermano en lo personal, cuando llegó y como llegó trayendo soluciones para que su comienzo fuera tranquilo e imponente. Luisa sin saberlo llegó como dicen por ahí con el pan debajo del brazo y a repartir salud en su casa. Me acuerdo lo chiquitica que era y su inevitable parecido a su hermano mayor. Me acuerdo pensar que nacía de tercera y alejada en edad de sus hermanos igual que yo, entonces que de pronto sería en algo igual a mi.
Esa pulga saltarina; porque es imposible describirla distinto, trajo a mi vida una felicidad infinita y con los años me ha sorprendido todas y cada una de las veces que he compartido con ella, así sean minutos. Desde esa la primera vez que vio la nieve con una chaquetica que parecía de muñecas y correteaba con una habilidad sigilosa no muy propia de su edad. O cuando a sus 4 años en un carro, rumbo al día sin reglas, descubrió como es que era eso de multiplicar, y sola porque yo ya sin calculadora no logro calcular ni la tabla del 10. O cuando empezó a hablar y cantar en ingles por su propia cuenta o cuando se acostaba en un sofá con sus libros hasta descubrir lo que escondían las letras de los cuentos que se fue contando a si misma sin ningún temor. O últimamente como me ayuda y se apropia de labores del hotel, ya sea como mesera, decoradora, organizadora o cocinera. Es que a sus 10 no incomoda, siempre aporta, siempre quiere hacer más, saber más, aprender más. Yo mientras tanto me gozo verla crecer y contagiarse de una que otra cosa de mi, me gozo cada dibujo, cada carta o regalo que me hace, cada baile que quiere bailarse conmigo y también cada desespero que la invade cuando se aburre porque retarla es también un reto para mi.
A esa miniatura la cabeza le funciona a la velocidad de la luz, la curiosidad la persigue, la habilidad para aprender la cobija, el perfeccionismo la domina y el corazón, para mi dicha, la desarma y me la acerca con sus abrazos diminutos que me agrandan el corazón. Su arrunche y sus palabras me hacen sentir más tía que nunca; la mejor y la más de todas; todavía me necesita, me admira, me consiente, me acompaña y lo mejor, todavía para ella no he “pasado de moda”, sigo siendo la tía chévere que le desordena la vida y que la protegerá siempre.
Le espera un futuro de campeonato sin duda, y también el reto que trae consigo tener capacidades y talentos descrestantes. Está para grandes cosas, así por siempre se conserve así de XS. Ojalá consiga dominar eso de no cometer errores, porque estoy segura que aun cuando los cometa, aprenderá como una flecha y seguro me enorgullecerá a mí, tanto con sus errores como con sus aciertos. Ojalá sea yo siempre para ella su tía a la que arruncha, consiente y alegra; su tía “preferida” su compañera de aventuras y su pareja de baile.
Te adoro mi pulga poderosa.