Al hombre sin plata la cama lo mata

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Este dicho muy de mi casa, muy bogotano, me caló en algún momento muy en el inconsciente, para combatir la pereza y las responsabilidades. Agradezco hoy ser útil sin garantía de ser rica y responsable con garantía de cumplir.

 

Durante las ultimas semanas por una u otra razón he estado reflexionando sobre el dinero, el valor, el deber, las responsabilidades, el trabajo y los lujos. He pensado en eso en lo que se piensa, pero de lo que no se habla, de la PLATA. 

 

No se habla de plata porque es “maleducado”, porque genera envidias, porque se tilda de arrogante, porque se resiente y es injusto, porque separa y compara y a veces hasta hiere. No se habla de plata porque es tan íntimo y tan privado que es incompartible. Pero sobretodo me di cuenta que de lo que no se habla es de la plata propia, pero sí de la ajena, de la empresarial, de la del estado, de la plata de puertas para afuera, de la que quisiéramos tener, pero no de la que tenemos y mucho menos de la que perdimos. 

 

Para contextualizarlos, crecí en un país lleno de desconfianza, de peligros y de contrastes. Un país donde “tener” era un riesgo, donde la discreción era elegante y ostentar era de bandidos. Un país de extorsiones y secuestros, un país de ricos y pobres, de “buenos y malos”, de corrupciones ambidiestras, con dos bandos en donde no me queda tan claro quién es quién. Una cultura de estratos que ha destruido desde cualquier ángulo el valor de la diversidad y una posible prosperidad para muchos. Venimos de una historia de colonización atropellada de varios siglos que dejó estragos de desigualdad sin opción para el desarrollo colectivo. 

 

Durante los noventas el dinero significaba o privilegios con riesgo, o atajos con poder, era lo uno o lo otro. Sería por eso que disfrutar del dinero se sentía como pecado, aún cuando tenerlo era imprescindible; al menos en mi mundo. Digo mi mundo porqué si de algo me he dado cuenta los últimos años es que este país es absolutamente diverso, hay cualquier cantidad de historias y de mundos que yo, aunque intente, ni siquiera los llego a entender. Muchos contextos socio-económicos incomparables; entonces mejor yo hablo sólo por mí.  

 

Pues bien, para no entrar en temas sociales que en algún otro momento abordaré, lo que quiero es escribir sobre mi relación con el dinero. El que tuve, el que tengo y el que quisiera tener. 

 

Aunque con un poco de “culpa” y recelo, acepto que nací en una familia con privilegios, pero no con suntuosidades desbordadas. No éramos de grandes lujos ni de gastos ilimitados, pero yo hoy siento que lo tuve TODO; más allá de lo básico, tuve más de lo necesario o lo deseado. Con inmensa gratitud puedo decir que educación tuve de la mejor, atención medica de la mejor, nunca me faltó comida, de hecho, muchas veces nos sobró, y a hoy he tenido recursos para muchas oportunidades. He tenido como dicen por ahí casa, carro y beca. 

 

Mis papás y mis abuelos consiguieron en sus años de trabajo patrimonios que nos dieron a todos en mi casa tranquilidades de las que pocos en este país tienen. Una mezcla de cosas heredadas y trabajadas, que para mi fortuna siempre fueron sencillas y desatadas de compromisos sociales.  De adulto he tenido siempre la libertad de escoger en qué gastar, con quién gastarlo y con quién compartirlo y cómo invertirlo. No me quejo desde ninguna perspectiva. Yo nunca soñé en tener “más” dinero sino en tener para poder crear empleo, para mí esa ha sido siempre mi manera de devolver.  No soy de las que quiere amasar fortunas para perderlas en sucesiones. 

 

A eso le atribuyo que al comenzar mi vida profesional con ideas y sueños pude tener la enorme fortuna de tener recursos de largada que me permitieron darle cuerpo a mis proyectos. Rápidamente entendí la palabra VALOR y el concepto del GASTO. Con mi primer emprendimiento me doy cuenta que no entendía del todo el “big picture” pero por fortuna siempre he estado bien rodeada y asesorada y de alguna manera el trabajo pagaba la nómina y alcanzaba para crecer, cumplir y una que otra vez repartir. 

 

Hoy en mi segunda vuelta al ruedo ya lo tengo TODO más claro y así como disfruto de la posibilidad de construir con limitaciones cortas, hoy en el comienzo sé lo que es contar centavos cuando es necesario, hacer malabarismos de flujos de caja y sacrificar mi salario para pagar el mejor talento posible, cumplir con los gastos y dolorosamente también con los impuestos. Yo escogí para mi vida “los sueños” no los “sueldos”. Y por eso entiendo la felicidad de lograr sostenerse en un comienzo y la dicha cuando se gana así sea poco. Para mis los triunfos de “plata” no necesitan ser de miles de millones, me basta con que sean unos pocos pesos porque no veo la hora de compartir. 

 

Les comparto que haber hecho empresa ha sido de lo más satisfactorio, frustrante, productivo, y resbaloso que he hecho. No he triunfado en cifras ni ebidtas pero si he logrado traducir las monedas en empleos.  Eso sí el “éxito” nunca es lo que parece y del esfuerzo y el trabajo no siempre quedan números verdes, la suerte juega un papel muy importante usualmente al emprender el rojo es bastante más común.  

 

Pero ahora, a mi edad, en el mundo que he construido, entre herencias y méritos propios, me pregunto si quisiera más o si podría vivir con menos. Me intriga si debo repartir más y compartir más y me aterra querer aportar más y no saber siempre cómo ni a quién.

 

Entonces, que la plata para mí sea siempre para construir, distribuir y con suerte compartir. Quiero saber disfrutarla en esos tres ámbitos y así poder gozarla sin culpas, manejarla con inteligencia, y compartirla con intensión. Porque como mi herencia, si es que dejo una, no tendrá descendientes, quiero más bien que sea una de dejar creaciones que abran oportunidades para trabajar, para aportar a la sociedad y uno que otro recurso que pueda darle un comienzo a algún sueño de alguien. Que sea algo que me mantenga viva en la memoria de los míos con sonrisa y alegría.