La primera parada que ya me deja anonadada

Parte de la razón por la que hice este viaje, fue por la necesidad de romper con mi cotidianidad y buscar nuevos estímulos que me estremecieran el alma y la mente. Un momento para dejarme sorprender con la seguridad de que tendría un plan base definido, seguro y con rumbo. Un cambio con una realidad clarísima y es que estaría “sola” durante 5 meses en un viaje de mí, para mí.

 

Cuando uno es altamente creativo y fervientemente estético, cuando la sensibilidad y todas sus aristas se tienen casi siempre a flor de piel; por las buenas o por las malas, los estímulos, la inspiración y las vibraciones vienen de muchas formas, con diferentes intensidades. Debo decir que me considero una persona con exactamente esas características y eso me hace muy afortunada, en especial para lo que estoy haciendo por estos días.

 

Es talvez por eso que a mí los sabores, los colores, los olores, las texturas, los paisajes, la naturaleza, las cosas geniales y los rincones sorprendentes, me pueden fácilmente abrumar y desbordarme de sensaciones y emociones. Los percibo tan intensamente, que los sentimientos que me producen pueden ser todo-poderosos, cada cosa que me maravilla se me queda tan corta de adjetivos, me es indescriptible, inexplicable, infotografiable. Me sobrecoge y quiero no pestañar, parar el tiempo, gritar a los cuatro vientos que acá estoy, que esto existe, que nadie se lo puede perder. Tal es la sensación, que quisiera tener el super poder de la teletransportación ajena por un ratico, para que otro pudiera ver, sentir y disfrutar eso que yo estoy en este presente viviendo. El verdadero significado de querer compartí algo que no es mío, pero que estoy tomando prestado por un ratico.  

 

Estando sola esto es indiscutiblemente incompartible, en especial porque no hay foto, video, audio, ni ningún otro registro o descripción telefónica que le haga justicia, quien lo vive es definitivamente quien lo goza. Esto es un momento tristemente y felizmente solo mío, pero tiene más de dulce que de amargo, es que, como no sentirse maravillado, aun sin compañía, de lo que no deja de ser un absoluto y completo regalo que por nada más que suerte y agallas me está tocando. Quisiera grabar, ponerlo en repeat, pero sé que de todo esto solo quedará un recuerdo editado, filtrado por la memoria, con un sabor muy dulce pero que irremediablemente quedará en el pasado y que con los años perderá su fuerza tangible y será un recuerdo que nunca olvidaré, pero que la verdad no podré nunca imaginarme de nuevo igualito.

 

Toca sumarle a esto la felicidad de Eugenio, que, aunque no comenta, si sonríe, se revuelca, corre y contempla, y con la mirada de ternura,  sé que agradece sin mayor esfuerzo, eso; la fortuna de donde está, de lo que ve, de lo que huele, de los lugares que explora, conoce y hace suyos por un instante, Pero sobre todo siento que con su compañía inseparable entrega una infinita gratitud a quien más lo quiere; a mí, su mamá humana que siempre tiene un ojo puesto en que sea feliz, este protegido y sienta que lo quiero mucho, y que yo más que nadie estoy agradecida con su presencia y su inigualable compañía. Ha valido la pena eso de arrastrar maletas en estaciones de trenes, en locuras de aeropuerto y aviones con espacios reducidos y torpezas de apeñusques, subir a trancazos feries en el calor demente, ese que me hace sudar desde el minuto uno, me deja empapada y más tibia e impresentable de lo que esperaría estar, de subir y bajar escaleras cargada hasta los dientes, con la única preocupación que Eugenio no se caiga o lo aplasten mientras saco fuerza bruta de donde no tengo y me lleno de morados y raspones, a razón de tanta maleta absurda que me toca cargar. De ponérmelo bajo el brazo y llevarlo a cuestas por kilómetros para que no se quema las patas porque el piso hierve y el sol es inclemente con ambos. He perdido sin ningún reparo todo el glamour y botado innumerables piezas de ropa que una a una me quitan kilos de encima, porque sé que nuestro próximo destino traerá otra historia, otra anécdota, otra felicidad y si es necesario otro pantalón.

 

Hemos pasado por Grecia, por el mar, la brisa, el sol, la gente más amorosa y familiar, por esa comida de dieta mediterránea para no perder la línea, cosa que día a día no nos digamos mentiras se curva, y me importa un soberano pepino, nada me va a quitar lo saboreado. Hemos comprado comida de perros en el país de los gatos con mucha dificultad y botado cantidades en cada destino para no cargar lo incargable. Eugenio ha enamorado a tantos transeúntes que hasta ha sido víctima de selfies y de paparazis, mientras yo sonrío, pero a mí ni me voltean a mirar, ese man es el verdadero protagonista.

 

Luego un paso corto por Milán que inesperadamente me sorprendió, no solo como un destino de transición como lo había planeado, sino como la ciudad donde pienso que debí haber estudiado diseño; todo lo que rodea e impregna esa ciudad es un estímulo creativo más poderosos que el otro, donde la estética me habría exigido a ser más y mejor en ese mundo que ha definido mi vida. Encontramos allá quien trasquilara a Eugenio, con susto de que le mocharan una oreja o que lo dejaran como un copito Jhonson; mientras yo visitaba la locura que es el Il Duomo, lugar a donde ni con sus encantos habría podido entrar Eugenio. (quedó regio, por cierto). Terminamos esa cuidad con la sorpresa de hacer un amigo tocayo que en la banca de un bar mientras me comía unas ostras y el pollo más delicioso, me abrió conversación anonadado del juico del perro; del genio de Eugenio, me invitó a un vino y terminamos charlando hasta la madrugada de su viaje en moto por Italia solo, de mi viaje por Europa sola con perro a bordo y también de sus hijos y su esposa que lo esperaban en un chalet en Francia para sus vacaciones de verano en familia. Ojalá haya más momentos así. Nos despedimos sin más, felices de haber tenido una cena acompañados, cosa que ninguno de los dos había tenido en semanas y quedó la foto pal recuerdo y el aprendizaje de que toca comer en la barra no en la mesa.

 

Y ahora Francia la indescriptible. Francia que hasta el momento me sigue dando la razón de que no hay país más exquisito en el mundo, TODO en Francia es divino, delicioso, majestuoso e irrepetible. Acá, provoca tener una casa en cada pueblo, un barco en cada puerto y un hotel en cada destino, pero también provoca traerse a los amigos latinos.  Pero eso será para una siguiente historia. Cuando ya lleguemos a Suiza y tengamos más cuentos que contar y más fotos de las que ya no sé ni por dónde empezar a postear.

 

…hasta pronto amigos.