El "perriplo" francés

Siempre he creído que Francia es un país sin “competencia”, que es una fuente de inspiración para muchísimas cosas exquisitas. Mis viajes previos a varios destinos y varias regiones de ese pais siempre se me han aferrado a la memoria y me han dejado con una intensión de repetir una y otra vez. Esta vez no fue la excepción.

 

Comenzamos nuestro “perriplo” Frances en Niza en la costa azul, digo “perriplo” y no periplo por sugerencia de una amiga de mi mamá, que nos anda siguiendo los pasos y porque en esta ocasión más que antes sentí el peso de mi perro con todo y el amor que le tengo. La llegada en tren a Niza fue caninamente aparatosa y nuevamente con equipajes que me atormentan, mientras perdía la paciencia sin poder desahogarme; como un niño que se raspa la rodilla y no tiene a su mamá cerca para romper en llanto y entonces no le queda más remedio que levantarse y aguantar y echar pa`lante. Bueno pues así fue la llegada; tortuosa y con pensamientos poderosos criminales, quise matar a alguien, pero no encontré a quien porque solo era problema mío y la culpa daba lo mismo. Gran aprendizaje, en especial para una persona tan impaciente como yo. Tocaba defenderme gustara o no y me tocaba escoger si con una sonrisa y con humor, o con malparidéz y haciendo trompas, porque la realidad era la que era. Radical Acceptance. Aunque me fui por la segunda versión, porque me fue inevitable, me quedó latente la reflexión pal resto del paseo.

 

La experiencia francesa fue tal cual como me la esperaba, imposible de comparar, de relatar y de fotografiar. La riviera francesa, la campiña francesa, los pueblitos franceses, la cuidades francesas, es cada una más maravillosa que la siguiente, la arquitectura, el gusto impecable, el trabajo en cada detalle y la manera como han conservado todo el tesoro de un pasado estético, real, único y europeo, le dan cabida a tanta belleza que siempre pesa más que la practicidad y que el afán. Alla todo se saborea, nada se atraganta. Todo tiene encanto, todo quita un poquito la respiración. Y eso a simple vista, porque si se pone uno a pensar el cuándo, el cómo y el quién hizo todo lo que disfrutan los ojos, no empieza a entender cómo se juntó tanta cosa bonita e impecable en un mismo lugar, pero también a qué precio, no me deja tan tranquila eso, pero imposible no disfrutarlo. Sé que muchos por ahí estarán pensado, ¿Italia que?, bueno Italia ya les contaré, sé que le dará la guerra, pero eso vendrá más adelante, por ahora, Francia me ha cautivado con creces y nuevamente me deja con ganas de más.

 

Eugenio tuvo a bien cogerle más amor al agua, desarrolló más confianza playera, y aunque su pelota favorita y su juego de traerla en la playa le costó respirar y comer arena, se la gozó. Volvió a rencontrarse en la Provence con el pasto, corriendo enloquecido en todo menos en línea recta hasta el cansancio. Se olió hasta la última uva de viñedos interminables, cultivos de lavanda y durante kilómetros los girasoles le congelaron la mirada, pero también padeció, hasta ahora, la parte más caliente del paseo. Me dejó fotos de esas que tocará poner en un álbum de eso en donde una pasa la página con los dedos y no con flechas, y enterneció lo que se pudo a los franceses, cosa difícil debo decir. Viniendo de Grecia en eso si Francia se queda terriblemente corta, su servicio no merece aplausos aun cuando su contexto si ovaciones de pie, aunque ojala pudiera ser sin tanto humo.

 

Después de semanas de estar sola, de conversar solo con mi pequeño amigo de cuatro patas; que por cierto debía estar desesperado de tanta charla, en Francia tuve la suerte de reencontrarme y de heredar varios amigos, de cambiar de planes y cancelar hoteles por estar un ratico con familia, sin culpas de gastos y más bien con felicidad de cariño. En Mónaco me topé con una amiga de mi mamá, Sonia, que muy feliz quiso verme y mostrarme su vida en tierras ajenas, mientras charlábamos de todo un poco como si fuéramos amigas con tanta historia como la de mis papás. En un pueblito recóndito al sur- occidente de Francia me reencontré con mi amiga Fleur, una de mis personas favoritas y un tesoro que conservo desde mi paso por un internado en Inglaterra a mis 15 años. Pero para completar la buena fortuna, me tocó toda su familia, y que familia, aunque ya habíamos compartido juntos antes, esto fue una hospitalidad como la que solo he vivido en casa de mis tíos Pacho y Caroline (una mujer francesa de nacimiento y de corazón), lo que es el amor francés de los locales cuando lo quieren a uno. Estuve en un lugar al que solo iría un local, una casa con mucha historia de generaciones familiares, donde no importaba la formalidad ni los protocolos, solo me rodeaban tesoros que invadían la casa sin orden ni agenda, solo magia, y unos sabores y costumbres que me fascinaron.  

 

Por último, vino Paris, y de Paris poco comento, porque ya todo está dicho. No hay cliché que no se cumpla, es simplemente divino. Llegué a ver la llegada del Tour de Francia, que por supuesto me transportó a parte de mi pasado acompañada de Isabel, una amiga de infancias cruzadas que me consintió y me dio la bienvenida a su ciudad, mientras me hacia sonreir con las actualizaciones maravillosas de su vida.

 

Y bueno, mi amiga Mariana que tuvo a bien llamar hogar a Paris durante un tiempo, como siempre, me recomendó hasta el más delicioso rincón para deleitar todos los sentidos y me heredó un amigo nuevo, genial. Un venezolano fantástico; como lo son todos los que conozco, que resulto sacándome tanta carcajada y que me llenó de datos curiosos y de preguntas difíciles, mientras nos completábamos las frases y nos reíamos en unísono ante el inevitable llamado de lo ambos pesábamos que un “alma gemela” pudiese ser. Ojalá nos volvamos a encontrar porque no hay placer más grande que las gratas sorpresas de conexiones inesperadas.

 

Cabe resaltar que estos pobres amigos que se toparon conmigo por el camino, les tocó la versión más habladora de Helena, que para los que me conocen saben que puede ser extremo.

 

Hoy tengo un recubrimiento general de mantequilla, ¡Y que mantequilla! y un par de croissants a la vista en partes de mi cuerpo que ni las largas caminatas han podido combatir por un tema de análisis de ingresos y egresos. Y eugenio ahora pasó de pesar 4.8kg a 5.4kg, también tendrá que hacer una dietíca, que ni crea que seré solo yo. Esperemos que el pan y el queso desaparezca un tiempo y que Escandinavia me devuelva un tanto la figura, mientras llegó a Italia donde seguramente la volveré a perder. Pecar y rezar para ver si puedo empatar.